martes, 21 de julio de 2009

01.

La hora exacta.
11:58 a.m. Domingo, 21 de junio del 2009.


Un pequeño intenta aplastar una mosca en la ventana de su casa. Su casa se encuentra frente a un hospital. La mosca se le escapa entre los dedillos. Se ha salvado. Y ahora sube por la malla metálica entre zumbidos y aleteos. El niño mira hacia arriba. Mira cómo se aleja la condenada mosca. Ahora el niño decide mirar hacia afuera. Agudiza la vista. Y en seguida su atención se enfrasca en algo más interesante. En algo muy extraño. Un punto de color blanco se precipita endemoniadamente hacia abajo. Hacia el pavimento.

02.

El principio del fin.
07:29 a.m. Domingo, 21 de junio del 2009.


El timbre del teléfono derrite el silencio matutino. Julián responde. Es su hermano. Le avisa que su madre ha sido internada. Le dice que no es nada serio pero que vaya enseguida. Julián se despide. Cuelga el teléfono. Julián no se deja engatusar por la fingida tranquilidad de la voz de su hermano. Julieta pregunta quién era. Julián responde que era su hermano. Y le explica escuetamente. Julieta intenta levantarse. Su cabello rojo está totalmente despeinado. Julián la detiene en seco y le dice que irá solo. Que no es necesario que lo acompañe. Que es mejor que ella se quede con los niños. Los niños, Jamíl y Jonás, duermen en sus habitaciones. Julieta se queda sentada sobre la cama. Intenta aplacar sus cabellos rojizos. Julián se pone el pantalón. Se coloca los zapatos y busca una camisa. Julieta sentada y adormilada sobre la cama. Julián se despide de Julieta. La besa en la frente y la empuja hacia atrás, para que continúe descansando. Julián sale de la casa y cierra la puerta. Sube al auto. Julieta abraza un gran almohadón beige. Con su índice comienza a ondular un mechón pelirrojo de su copete. Cierra los ojos y comienza a dormitar enseguida. Julieta recibe una visita inesperada. Después de tanto tiempo, “alabado seas, Señor”, vuelve a escuchar la voz angelical entre ensueños. Hace tanto que no la visitaba. A Julieta se le comienza a acelerar el corazón. Está emocionada. Muy emocionada. Y agradece a la voz que haya regresado. Conversan animadamente.

03.

Un día después.
08:22 a.m. Lunes, 22 de junio del 2009.


Una tipa, morena y vulgar y entrada en carnes, vende periódicos en un crucero. Aprovecha la luz roja del semáforo para pasearse entre los autos. Y grita el encabezado con fuerza. El título atrae a los conductores. Un brazo peludo sale de una ventana. Le hace señas. Ella corre con pesadez hasta allí. Le da un ejemplar. Y el brazo alfombrado le da unas monedas. Ella las toma y agrega irónicamente: “gracias, vuelve pronto, corazón”. Retoma su andar entre los autos. Y también su grito pregonero. “Extra. Extra. Joven, ama de casa, enloquece y…”. La luz del semáforo deja de ruborizarse. Cambia al verde. La tipa esquiva un taxi que comienza a acelerar. Luego corre al camellón.

04.

08:04 a.m. Domingo, 21 de junio del 2009.

Julieta se levanta como hipnotizada. Sale de su habitación. Pasa el lavamanos. Camina por el pasillo. Se queda parada en la puerta de otra habitación. Bosteza. Hace gestos. No le gusta el sabor de su boca. Deshace su camino por el pasillo. Llega al lavamanos. Se cepilla los dientes —es un hábito que se le convirtió en vicio. Si no se ha cepillado los dientes rápidamente al levantarse, Julieta cree que le apestará la boca todo el día. Y eso le resulta muy embarazoso. “Qué desagradable”—. Abre la llave. Tumba la espuma del cepillo. Lo cuelga por ahí. Se empina para tomar agua de la llave. Hace buches. Escupe. Abre la botella del enjuague bucal. Ahora se empina la botella hasta sus labios. Hace buches con el líquido sabor a menta. Escupe. Se dirige a la misma habitación de escasos segundos. Es la habitación de Jonás, el bebé. Jonás tiene casi nueve meses de vida. Julieta lo mira con amor. Sale de la habitación. Se dirige a la cocina. Llega y prepara un biberón. Regresa junto a Jonás y le pone la mamila en los pequeños labios. Él, sin abrir los ojos, comienza a mamar. Ahora Julieta lo ve sin mirarlo. El bebé escupe la mamila. Está satisfecho. Julieta lo carga y logra hacer que eructe. Enseguida lo acuesta. El bebé dormido. Julieta lo arropa. Y de vuelta sale de la habitación. Segundos después Julieta regresa. Su mirada no es la de ella. Trae abrazado al pecho un gran almohadón beige. Julieta se para a un lado de la cuna. Coloca amorosamente el almohadón sobre la carita de Jonás. Y presiona con fuerza. Jonás ni siquiera patalea.

05.

Julieta alrededor de los 4 años.
04:34 p.m. Martes de ????


Julieta está en su cuarto. Se sienta en el suelo. Deja de jugar con su Barbie. Silencio. Y después:
------- — ¿Cómo te llamas?
------- — Mi nombre no importa.
------- — Yo me llamo Julieta.
------- — Eso ya lo sabía. Es sólo que el nombre no tiene importancia para mí.
------- — ¿No?
------- — No.
------- — Mi mami dice que los nombres sí importan. Que nos ayudan a saber quién es quién.
------- — Los nombres ayudan solamente para poder llamar a las personas. No para saber quién es quién. Para eso tardarías una eternidad, Julieta. Sin embargo, tu madre no es una mala mujer.
------- — Yo la quiero mucho.
------- — Sí.
------- — Sí.
------- — Y te gusta mucho que ella te acaricie el cabello antes de que duermas, ¿verdad?
------- — ¡Sí! Eso me gusta mucho. Que me haga piojito.
------- — Sí, piojito.
------- — Y ¿tú cómo sabes eso?
------- — Yo sé muchas cosas sobre ti, Julieta.
------- — ¿En serio?
------- — En serio.
------- — Y ¿cómo es que las sabes?
------- — Eso tampoco importa, Julieta. Lo que importa es que las sé. Y que yo te quiero mucho.
------- — ¿Sí?
------- — Sí. Y siempre te voy a cuidar.
------- — ¿Siempre, siempre?
------- — Así es, Julieta. Siempre.

06.

08:37 a.m. Domingo, 21 de junio del 2009.

Julieta sale como sonámbula de la habitación del bebé. Se dirige nuevamente a la cocina. Abre un cajón. Curiosea. Coge un cuchillo. Lo observa con cuidado. Lo vuelve a dejar en el cajón. Sigue buscando en otro cajón. Saca otro cuchillo. Luce más pequeño que el primero. Pero también luce más filoso que el primero. Julieta sale de la cocina. Camina por el pasillo. Ahora Julieta se dirige a la habitación de su otro hijo: Jamíl. Jamíl tiene casi cuatro años de edad. Aún duerme. Julieta entra la habitación. Se para del lado derecho de la litera. Deja el cuchillo sobre el buró. Ve con amor a Jamíl. Se sienta a su lado. Desliza su mano dulcemente por la frente y las mejillas del niño. Jamíl es un tronco de carne y hueso. Julieta se pone en pie. Cubre a Jamíl con la sabana hasta los hombros. Coge el cuchillo. Y se lo hunde con fuerza en el pecho. Una vez más. Y otra —Julieta pudo escuchar el crujir seco de las costillas de Jamíl. Incluso, pudo sentir cómo la hoja del cuchillo penetraba con facilidad más allá: en el corazón, en los pulmones—. Jamíl apenas y abre con debilidad los ojos. Julieta, con una hermosa y apacible sonrisa, se los cierra. De la boca y las heridas de Jamíl brota un líquido obscuro. Julieta va al closet. Lo abre. Saca una de las sabanas favoritas de Jamíl. Es de franela. Regresa a un lado de la litera. Mira por última vez a su hijo. Extiende la sabana limpia. Cubre a Jamíl desde los pies hasta la cabeza. La franela se tiñe, poquito a poco, de carmesí aquí y acá y allá. Julieta sale de la habitación. La sabana favorita de Jamíl ahora es un planisferio. Los continentes crecen serenamente.

07.

Julieta alrededor de los 5 años.
06:14 p.m. Sábado…


Julieta se para a un lado de su madre. Lleva en la mano derecha una Barbie semidesnuda y despeinada. La mujer pelirroja lee una revista. Ambas son pelirrojas. Julieta le pregunta algo a ella. Algo referente a una voz. La mujer continúa leyendo. No escucha a Julieta. Julieta vuelve a preguntar. La mujer sin separar la mirada de la revista le responde a Julieta que “no hay ningún problema”. Julieta pregunta algo más. La madre le responde con una sonrisa, y acento indiferente, que “no hay problema siempre y cuando la voz suene bonita… y por supuesto, no te incomode”. Julieta sonríe aliviada. No le explica más a la madre. Y la madre tampoco pide más información. Julieta cambia de mano su Barbie beggar. Se retira. La madre de Julieta se humedece el índice con la lengua y cambia de página. Continúa leyendo su revista.

08.

09:08 a.m. Domingo, 21 de junio del 2009.

Julieta abre la puerta de la cocina que da al patio. Lleva un cuchillo sucio en la mano. Judá, la perra, entreabre los ojos perezosamente. Julieta coloca en la axila izquierda el cuchillo. Le habla con cariño a la perra. Judá menea un poco el rabo. Julieta se acuclilla frente a Judá. Judá se recuesta sobre su espalda. Julieta le rasca la barriga por un momento. Judá se relaja. Deja de mover el rabo. Julieta deja de rascarle. Judá luce anestesiada. Julieta sujeta con las dos manos el cuchillo. Las levanta sobre su cabeza. Judá abre un poquito los ojos. Alza las orejas. Julieta le perfora en el vientre. Judá abre los ojos desconcertada. El cuchillo en el cuello. Una vez más en el vientre. Y luego en el pecho —de vuelta Julieta pudo percibir cómo atravesaba la piel y perforaba algunos órganos—. Julieta coloca de vuelta el cuchillo en la axila izquierda. Cierra, con amor maternal, los ojillos vidriosos de Judá. Julieta no luce asqueada. Para nada. Pero sí luce cansada. Julieta se limpia el sudor de la frente. Se levanta y camina hacia la puerta de la cocina.

09.

Julieta alrededor de los 7 años.
06:21 p.m. Domingo, 23 de ????


Es la fiesta de cumpleaños de Eduardito. Julieta se encuentra sentada en un columpio. Balanceándose. El festejado juega con varios niños en el jardín. Patean globos. El festejado cumple seis años. Los niños mayores juegan en la alberca. La mamá del festejado trae una charola grande con muchos vasos azules: nieve. Nieve de diferentes sabores: limón, fresa, chocolate, uva, cajeta, coco, chamoy. La señora es perseguida por Orlando desde que salió de la cocina. Orlando tiene cuatro años. La señora se aproxima a los niños de la alberca. Reparte algunos vasos. Orlando por fin alcanza a la señora. Orlando coge un vaso con nieve de chocolate. La mamá del festejado se retira. Camina hacia el jardín. Entrega más vasos. Julieta aún está en el columpio. Orlando lame la cucharita de plástico. Julieta comienza a murmurar. Sola. Orlando disfruta de su nieve. El papá del festejado avisa desde adentro que ya es hora de partir el pastel. Los niños del jardín dejan de jugar. Gritan y corren a la mesa. Julieta aún se balancea en el columpio. Murmura. Orlando saca otro cargamento de chocolate con su cucharita de plástico. Lo devora. Se escucha algarabía a lo lejos. Los niños mayores salen de la alberca. Arrojan goggles y chalecos salvavidas al suelo. Corren con el fin de unirse al alboroto. Dejan huellas que desaparecen espectralmente sobre el pavimento. Julieta con su elocuente soliloquio. A lo lejos se escucha a la mamá del festejado que da instrucciones. Julieta se queda estática sobre el columpio. Orlando introduce de vuelta su cucharita de plástico en el vaso. En la mesa: “Estas soooon / las mañaniiiitas / que…”. Julieta baja de un salto del columpio. Comienza a caminar hacia a la alberca. Más exactamente hacia Orlando. “Se las cantaaaamos / aaaquí…”. Orlando lame una vez más su cucharita de plástico. “Deeeespieeerta / Eduardo, despieeerta…”. Orlando cae como un ancla en la alberca. “Ya los paaaajarillos caaantan”. Orlando traga y respira agua con sabor a cloro. “La luna yaaa see meetióooo”. Una melena brillante y roja pisa algunos charquitos de agua. En la mesa todos aplauden y gritan. La melena roja pasa por los columpios y por el jardín. Entra a la casa. Una mancha de color café se derrite y se disuelve en la alberca. Nadie preguntará por Orlando durante los siguientes diecinueve minutos. La melena roja se forma en la fila del pastel. En la alberca un vaso de color azul flota.

10.

09:33 a.m. Domingo, 21 de junio del 2009.

Julieta entra a la casa. Deja en el fregadero un cuchillo que luce muy sucio: todo embadurnado de un líquido rojo y aceitoso y algo espeso. Pasa por el comedor. Por el pasillo y el lavamanos. Todos sus movimientos son maquinales. Llega al baño. Cierra la puerta. Comienza a desnudarse. Luego se para bajo la regadera. Cierra la cortina. Abre la regadera. El agua fría le golpea en la nuca y los hombros. Después de un rato coge un jabón en la mano izquierda y en la derecha un estropajo. Restriega el uno con el otro. Deja el jabón en la repisa y cierra la llave del agua. Ahora con el estropajo comienza a frotarse en el cuello. En los hombros. Los pechos. El abdomen. Por el vientre y los costados. Entre las piernas. Lo cambia de mano y se frota las nalgas. Las piernas. Cuelga el estropajo y toma una botella. La abre y en su mano izquierda empina la botella. La presiona un poco. Sale un líquido verde y cremoso sobre la palma. Lo embarra en su mano derecha. Y después con las dos masajea su cabeza. Después de unos segundos abre nuevamente la llave del agua fría. Se enjuaga el pelo y todo el cuerpo. Cuando termina sale envuelta con una toalla rosa hasta las axilas y otra blanca en la cabeza.
------- Va a su cuarto. Abre el ropero. Coloca sobre su cama ropa interior, unos jeans de mezclilla azul deslavados y una blusa blanca de tirantes. Cierra la puerta del cuarto. Tira las dos toallas sobre la cama. Queda desnuda. Comienza a vestirse. Ahora escucha, con más claridad, una voz interna que le resulta hermosa y tranquila y celestial. Julieta sonríe. Y enseguida comienza a dar respuestas en voz alta. Julieta no se sentirá sola por el resto de su existencia.
------- Ahora el reloj marca las 09:45 de la mañana. Julieta termina de alistarse. Sale de su habitación. Pasa por el pasillo. Va al comedor. Coge una silla de madera y regresa a su habitación. Coloca la silla de madera enfrente del ropero. Se sube a ella. Abre una puerta corrediza de la parte superior. Saca una caja blanca, empolvada. Baja con cuidado de la silla de madera. Pone la caja blanca sobre la cama. Y con la toalla rosa y húmeda le sacude el polvo. Julieta luce muy feliz. Llora. Luce emocionadísima.

11.

Julieta alrededor de los 8 años.
09:13 a.m. Viernes, ¿? de junio del ¿?


La maestra recibe en su escritorio a una mujer pelirroja. Es la madre de Julieta. Los niños comienzan a entretenerse enseguida. Salvo una pequeña, también pelirroja: Julieta. La maestra sonríe. La mujer pelirroja le da la mano. La maestra se la estrecha. Comienzan a hablar. La maestra abre una carpeta y comienza a traspapelar. Julieta baja la mirada. La mujer pelirroja se mantiene en pie. La maestra saca una boleta de color gris. Se la pasa a la mujer pelirroja. Ella revisa los números deslizando su índice hacia abajo. Murmura. Menea la cabeza, muy despacio, de izquierda a derecha. Arriba a abajo. Izquierda a derecha. Izquierda a derecha. Estática. Izquierda a derecha. La maestra pide a los niños que se pongan a trabajar. Julieta tiene los ojos clavados en su regazo. La mujer pelirroja se siente incómoda por lo que ha visto. Mira a su hija. Mira de vuelta a la maestra. La maestra mira la preocupación de la madre y de la hija. La maestra dice que “no es una niña que no aprenda. De hecho, su niña es muy lista. Pero a veces como que se concentra mucho en otras cosas. Como que…”. El rostro de la mujer pelirroja se relaja. Julieta aún con la mirada abajo. La maestra la señala. La mujer pelirroja mueve la cabeza de manera afirmativa. La maestra percibe un aire de sutil indiferencia en la madre. Ahora la mujer pelirroja comienza a explicar algo a la maestra, que “qué bueno que al menos sí nota usted eso. Que no es burra. Si no que…”. La maestra afirma desconcertada. Comienza a explicar algo nuevo. La mujer pelirroja luce tranquila. Julieta levanta la cara. Y mira por la ventana, hacia la jardinera. La maestra intenta hacer ver algo a la mujer pelirroja. La mujer pelirroja responde con un gesto negativo. Y dice que ella “no sabe dónde está lo grave en todo esto, mientras todos estemos conscientes de que no es bruta”. La maestra luce incómoda. La mujer pelirroja mira su reloj. Julieta se emborracha de la jardinera. La maestra continúa con su explicación. En este momento la mujer pelirroja luce con una indiferencia descarada. Julieta sale del trance. Se pone a trabajar en su cuaderno. La mujer pelirroja mira el reloj de vuelta. La maestra va a comenzar a explicar desde el principio todo cuando una nueva mujer aparece en la puerta. La mujer nueva saluda con fingido entusiasmo. Y camina hacia dentro. La maestra luce más incómoda. No se sabe a quién le pide de favor que espere un poco más, si a la mujer pelirroja o a la nueva. La mujer pelirroja toma una pluma de color negro del escritorio. Firma la boleta. La mujer nueva saluda de beso a la maestra. La mujer pelirroja le entrega la boleta firmada a la maestra. Da las gracias. Se despide. La maestra luce preocupada. Reprime su “adiós”. La mujer pelirroja le dice “adiós” a la niña pelirroja. Se sonríen mutuamente. La madre de Julieta sale del salón. La mujer nueva jala una banca hacia el escritorio. Se sienta sobre ella. La maestra dice algo mientras abre una carpeta y comienza a traspapelar.

12.

09:58 a.m. Domingo, 21 de junio del 2009.

La señora Martha barre su banqueta. La señora Martha es vecina de Julieta. Julieta sale de su casa. Carga una caja blanca. Se dirige a su auto. La señora Martha deja de barrer y saluda a Julieta. Julieta levanta la mano derecha. Luego abre la puerta del auto y coloca en el asiento del copiloto la caja blanca. Ahora Julieta se acomoda frente al volante. La señora Martha mira fijamente a Julieta. Le percibe algo muy raro. No le da importancia y vuelve a la dialéctica de la escoba. Julieta enciende el auto.
------- Ahora el reloj marca las 10:03 de la mañana. Julieta conduce a velocidad moderada. Julieta tiene los ojos acuosos gracias a la emoción. Llega a un semáforo y está en ámbar. Julieta se detiene. Luz roja. Espera. Luz verde. Avanza de vuelta. Siempre con la velocidad moderada.
------- Julieta pasa por enfrente de una iglesia. Es La Parroquia de El Pentecostés Lagunero. Julieta disminuye su velocidad. Se persigna con fervor. Sus ojos no han dejado de lagrimear gracias a la felicidad que siente. Continúa conduciendo.
------- Julieta se dirige al hospital. El mismo donde se encuentra internada su suegra. Julieta piensa estacionarse en un cajón azul para discapacitados. Julieta frena. Medita un poco. Comienza a dialogar. Está sola en el auto. Y antes de introducirse en el cajón azul continúa de largo por la calle.
------- Ahora el reloj marca las 10:26 de la mañana. Julieta finalmente estaciona el auto a un costado del hospital. La llovizna de sus ojos cesa. Se seca los estragos de su emoción. Coge la caja blanca. Sale del auto. Se coloca la caja blanca bajo el brazo derecho. Se dirige a la puerta principal del edificio.
------- Julieta entra al hospital. Llega a la barra de información. Saluda cordialmente a la secretaria. Pregunta por el número de la habitación de un paciente. La secretaria responde. Julieta sonríe y se encamina al elevador. Antes de llegar allí un guardia le sujeta con fuerza del brazo izquierdo. Julieta voltea. El guardia queda encantado ante la sonrisa de Julieta. Julieta antes de ser interrogada responde que lleva ropa especial para una enferma. El guardia le regresa la sonrisa. También el brazo. El guardia regresa a su lugar. Julieta presiona el botón negro de los tres elevadores. Espera. Al fin un elevador abre sus puertas. A Julieta se le acelera nuevamente el corazón. Se le ha puesto la piel de gallina. Julieta ha percibido algo especial. Como si se le hubiesen abierto las puertas del cielo frente a sus ojos.

13.

Meses después de su último parto.
04:26 p.m. Miércoles, ????


Un grupo de tres amigas están reunidas en una sala. Una es rubia con cejas negras. Otra morena y delgada. Otra es pelirroja. Platican animadamente. Ríen un poco. La morena escupe un comentario generalizado con la dosis necesaria de veneno. Las otras dos disimulan la molestia con una sonrisa. La pelirroja cambia de tema. La rubia le sigue el hilo. La morena sin darle importancia al nuevo tema hace un nuevo comentario. Se refiere a una nota muy peculiar de una revista. Las tres ríen al mismo tiempo. La morena dice que “eso son puras excentricidades. Cosas de raros. Sólo lo hacen por llamar la atención”. Las otras no están de acuerdo pero no lo dicen. La morena agrega que “Julieta es una de esas”. La rubia se incomoda. La pelirroja no tanto. Se ve sobria. Y pregunta que porqué dice eso. La morena dice que “porque sí”. Y lanza una nueva pregunta a la pelirroja, que por qué todos en su casa tienen nombres que comienzan con J. La rubia ríe un poquito para aligerar algo de la crudeza belicosa del juicio. La pelirroja está tranquila. La rubia se tranquiliza al ver el rostro de la pelirroja. La morena con las cejas levantadas. Espera la respuesta. La pelirroja con excesiva solemnidad dice: “Simple —y se encoge de hombros—. Porque Él, El Señor, así me lo ha pedido”. La morena frunce los labios con escepticismo. Y agrega: “Já… ¿hasta el nombre de tu perra?”. La pelirroja responde con un escueto “sí”. Un silencio bochornoso lame a las tres mujeres. La rubia, finalmente, ríe un poquito. Y abre la puerta a otro tema nuevo.

14.

10:37 a.m. Domingo, 21 de junio del 2009.

Julieta está dentro del elevador. Sola. Con la caja blanca bajo el brazo derecho. El elevador se detiene en el tercer piso. Suben dos personas. Presionan un par de botones. El elevador cierra sus puertas y vuelve a subir. En el quinto piso el elevador se detiene y abre sus puertas. Bajan las dos personas y sube un joven. Él presiona un par de botones. Las puertas del elevador se cierran. El tipo observa con detalle a Julieta. Julieta luce seria, ensimismada. Él le pregunta si se encuentra bien. Julieta le responde que sí. Y le obsequia una sonrisa. Él queda fascinado con la sonrisa y no habla más. En el séptimo piso el elevador se detiene y abre sus puertas. El tipo le dice adiós a Julieta. Julieta mueve su cabeza en gesto de despedida. Él sale del elevador. Una pareja de ancianos se acerca y preguntan que si va para abajo. Julieta les dice que “no iba, pero ya va”. Los ancianos sonríen. Tratan de demostrar gratitud. Pero sus rostros solo pueden demostrar cansancio. Entran al elevador y presionan un botón. Esperan un poco. Entonces se cierran las puertas del elevador automáticamente. El elevador vuelve a bajar. Julieta percibe como si se alejara del paraíso. Como si se aproximara de vuelta a las tinieblas, poco a poco, con cada piso que el elevador pasa. En el cuarto piso el elevador se detiene y abre sus puertas. Suben dos adultos y un niño. Presionan un par de botones y las puertas se cierran. El elevador desciende directamente hasta planta baja. Se abren las puertas y todos, salvo Julieta, salen. Julieta se apresura y presiona enseguida dos botones. El elevador vuelve a subir pisos. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Se detiene. Se abren las puertas. Y entra una señora de apariencia rural. Le pide de favor a Julieta que si presiona el botón del piso número ocho. Julieta le responde que “sí, no hay problema”. Le sonríe. La mujer de apariencia rural se intimida y baja la mirada.
------- El elevador se detiene. Se abren sus puertas. La mujer de apariencia rural pregunta que si es ahí el ocho. Julieta le responde que sí. La mujer sale. Julieta decide dejar el elevador y mejor subir lo que resta por las escaleras.

15.

Algunos años atrás.
11:28 p.m. Martes, de ????


Julieta yace sobre las sabanas blancas. Julián apaga el televisor. Se aproxima poco a poco a Julieta. La cubre con su cuerpo. La besa en el cuello. Julieta con los ojos cerrados acaricia la espalda de Julián. Julián baja con sutileza la blusa de licra blanca de ella. Le besa los pechos. Los pezones de Julieta se endurecen. Julián los mordisquea. Julieta mantiene los ojos cerrados. Desliza las yemas de los dedos por el pecho de él. Luego baja: las costillas, el abdomen, el bello del ombligo. Y continúa más abajo aún. La mano derecha de Julieta se cuela por debajo de los calzoncillos oscuros de Julián. Julián abre un poco más las piernas. Julieta sujeta con fuerza el sexo de Julián. Julián se desprende de Julieta y se tira boca arriba. Julieta quita los calzoncillos oscuros de Julián. Ahora Julián yace sobre las sabanas. Julieta se hinca entre las piernas de Julián. Vuelve a sujetarle con su mano derecha el sexo. Está tibio. Medianamente erecto. Julieta comienza a estimularlo. Arriba. Abajo. Con fuerza. Arriba. Abajo. Arriba. Lo coge desde la base, bien fuerte. El sexo de Julián gana volumen. Se endurece por completo. Julieta lo sujeta con ambas manos y los estruja de un lado a otro. De arriba hacia abajo. Con fuerza. Hacia los lados. Julián disfruta y solloce con los brazos abiertos, y los ojos cerrados. Julieta se inclina. Abre sus labios. Saca la lengua y toca la cabeza de la verga. Julián se estremece al sentir la lengua de ella: cálida, granulosa, húmeda. Julieta hace círculos con su lengua sobre el glande. Luego, abre la boca grande, y enclaustra la verga. La introduce más de la mitad. Julián entierra los dedos de sus manos en la cabeza de Julieta. Julieta mueve la cabeza hacia arriba y hacia abajo y hacia arriba y hacia abajo y hacia arriba. Cadenciosamente. Julián se estremece más fuerte. Julieta acentúa el ritmo. Julián pierde fuerza en sus manos. Julieta introduce hasta al fondo la verga. Al principio siente un poco de asco y la saca. Julieta abre los ojos. Mira la verga de Julián: colorada, gruesa, húmeda. Mira a Julián: se revuelca entre las sabanas epilépticamente por el placer. Julieta aún está excitada. Se deja llevar otra vez por la densa voluptuosidad que se pasea por toda la habitación. Julieta vuelve a coger la verga entre sus manos. La agita con brusquedad varias veces. Y la introduce una vez más en su boca. Toda. Una y otra vez hasta la garganta. La melena rojiza en un vaivén sobre el abdomen de Julián. Julián gime. Se retuerce. Y expulsa su néctar blancuzco dentro de la boca de Julieta. En el momento que el jugo seminal hace contacto con Julieta, ella escucha una voz angelical dentro de sí misma. Julieta se queda pasmada con la verga dentro de su boca. Julián estira las piernas, los brazos. Julieta cierra nuevamente los ojos. Julián queda estático. Julieta ensimismada. De rodillas frente a él. Con la verga aún dentro de su boca. La voz suena dulcemente canibalesca en su interior. La verga comienza a perder su corpulencia. La voz no cesa. Julieta obedece: clava con sutileza los dientes en la verga. Julián somnoliento. La voz. Julieta convencida de que siente unas ganas tremendas de arrancar de un solo mordisco la verga. Julián desforzado. La voz. Julieta clava un poco más los dientes. Muy despacio. La voz siempre dulce. Julián anestesiado. Julieta abre sus ojos. La voz se ha indignado. Julieta luce confundida. Ahora asustada. Sus dientes dejan de presionar de golpe la verga. La voz se ha molestado. Se ha ido. Julieta se reincorpora sobre sus rodillas. Mira el rostro de su marido. Los ojos de Julieta cristalinos. Mira desconcertada. Mira con arrepentimiento. Mira con timidez. Julián fosilizado entre las sabanas.

16.


11:12 a.m. Domingo, 21 de junio del 2009.

Julieta empuja una puerta. Del otro lado está oscuro y hay escaleras en espiral. Julieta comienza a subirlas. A Julieta le recorre un agudo escalofrío por todo el cuerpo. Julieta se excita. Sus ojos vuelven a humedecerse. Por fin llega al noveno piso. Es el último piso del hospital. Las escaleras cambian su forma. Hacia arriba ya no son en espiral, si no en diagonal. Julieta continúa escaleras arriba. Da con otra puerta. No tiene candando. Julieta gira la perilla y empuja. Se hace la luz.
------- Julieta cruza la puerta. El viento le da la bienvenida con una fresca bofetada. Julieta se encuentra en la terraza del hospital. Sola. La melena roja de Julieta es arrullada por el viento. Julieta se dirige a una pequeña barda. Le llega arriba de la cintura. Deja la caja blanca en el suelo. Coloca las palmas de sus manos sobre la barda. Estira el cuello hacia el frente, como una tortuga. Se asoma. Se sorprende. Se asusta un poco. Y enseguida, se emociona por completo.
------- Julieta se queda descalza. Desbotona los jeans deslavados. Los comienza a jalar hacia abajo. Se deshace de ellos. Con las muñecas cruzadas Julieta sostiene la bastilla de su blusa blanca. La jala hacia arriba. Se deshace de ella. Julieta pone sus manos sobre el sujetador. Abre el segurito metálico. Se deshace de él. Julieta coloca sus manos sobre las caderas. Introduce sus pulgares en el elástico del calzón. Jala hacia abajo. Lo desliza por sus pálidos muslos. Se deshace de él. Julieta está completamente desnuda en la terraza. Luce contenta. Luce hermosa. Luce ensimismada. Julieta se inclina frente a la caja blanca. La abre. Unos hilitos plateados se le escurren de los ojos. En la caja hay un vestido blanco. Es un vestido de novia. Julieta lo saca. Lo abraza. No para de llorar por la emoción. Julieta se enfunda en el vestido. Sus mejillas se ponen coloradas. Sonríe apenada. El vestido le ajusta en las caderas y en los pechos. “No importa, Julieta. Sabes que eres bellísima. Aún más bella que la primera vez que lo usaste”. Julieta se pone a recoger las prendas que se quitó. Las mete en la caja. Pone la tapa. Se aproxima a la barda. De vuelta coloca las palmas de su mano sobre la barda. Y ahora también sube el pie derecho. Y el izquierdo. Separa de la superficie, con mucho cuidado, las manos. Y las extiende lentamente. Como una cruz. Cuida el equilibrio. El aire se pasea por los cabellos rojos. Por el cuello. Se le mete por las axilas. Por el escote del pecho. Le acaricia los brazos. Se cuela por debajo del vestido. Por las piernas. Los muslos. Julieta cierra los ojos. Comienza a dialogar. Una voz angélica le dice que lo ha hecho todo muy bien. Que la está esperando. Que solo un paso los separa. Que nadie los volverá a alejar. Que siempre van a estar juntos. Siempre. Por los siglos de los siglos. Que ya es la hora adecuada. Que la está esperando con los brazos abiertos. La voz resuena con fuerza dentro de ella. Y piensa que toda la ciudad, que se postra a sus pies, debe de estar oyéndola. Piensa que la disfrutan como ella. Pero no. Nadie más la escucha.


Junio-julio del 2009.