martes, 21 de julio de 2009

16.


11:12 a.m. Domingo, 21 de junio del 2009.

Julieta empuja una puerta. Del otro lado está oscuro y hay escaleras en espiral. Julieta comienza a subirlas. A Julieta le recorre un agudo escalofrío por todo el cuerpo. Julieta se excita. Sus ojos vuelven a humedecerse. Por fin llega al noveno piso. Es el último piso del hospital. Las escaleras cambian su forma. Hacia arriba ya no son en espiral, si no en diagonal. Julieta continúa escaleras arriba. Da con otra puerta. No tiene candando. Julieta gira la perilla y empuja. Se hace la luz.
------- Julieta cruza la puerta. El viento le da la bienvenida con una fresca bofetada. Julieta se encuentra en la terraza del hospital. Sola. La melena roja de Julieta es arrullada por el viento. Julieta se dirige a una pequeña barda. Le llega arriba de la cintura. Deja la caja blanca en el suelo. Coloca las palmas de sus manos sobre la barda. Estira el cuello hacia el frente, como una tortuga. Se asoma. Se sorprende. Se asusta un poco. Y enseguida, se emociona por completo.
------- Julieta se queda descalza. Desbotona los jeans deslavados. Los comienza a jalar hacia abajo. Se deshace de ellos. Con las muñecas cruzadas Julieta sostiene la bastilla de su blusa blanca. La jala hacia arriba. Se deshace de ella. Julieta pone sus manos sobre el sujetador. Abre el segurito metálico. Se deshace de él. Julieta coloca sus manos sobre las caderas. Introduce sus pulgares en el elástico del calzón. Jala hacia abajo. Lo desliza por sus pálidos muslos. Se deshace de él. Julieta está completamente desnuda en la terraza. Luce contenta. Luce hermosa. Luce ensimismada. Julieta se inclina frente a la caja blanca. La abre. Unos hilitos plateados se le escurren de los ojos. En la caja hay un vestido blanco. Es un vestido de novia. Julieta lo saca. Lo abraza. No para de llorar por la emoción. Julieta se enfunda en el vestido. Sus mejillas se ponen coloradas. Sonríe apenada. El vestido le ajusta en las caderas y en los pechos. “No importa, Julieta. Sabes que eres bellísima. Aún más bella que la primera vez que lo usaste”. Julieta se pone a recoger las prendas que se quitó. Las mete en la caja. Pone la tapa. Se aproxima a la barda. De vuelta coloca las palmas de su mano sobre la barda. Y ahora también sube el pie derecho. Y el izquierdo. Separa de la superficie, con mucho cuidado, las manos. Y las extiende lentamente. Como una cruz. Cuida el equilibrio. El aire se pasea por los cabellos rojos. Por el cuello. Se le mete por las axilas. Por el escote del pecho. Le acaricia los brazos. Se cuela por debajo del vestido. Por las piernas. Los muslos. Julieta cierra los ojos. Comienza a dialogar. Una voz angélica le dice que lo ha hecho todo muy bien. Que la está esperando. Que solo un paso los separa. Que nadie los volverá a alejar. Que siempre van a estar juntos. Siempre. Por los siglos de los siglos. Que ya es la hora adecuada. Que la está esperando con los brazos abiertos. La voz resuena con fuerza dentro de ella. Y piensa que toda la ciudad, que se postra a sus pies, debe de estar oyéndola. Piensa que la disfrutan como ella. Pero no. Nadie más la escucha.


Junio-julio del 2009.


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