martes, 21 de julio de 2009

13.

Meses después de su último parto.
04:26 p.m. Miércoles, ????


Un grupo de tres amigas están reunidas en una sala. Una es rubia con cejas negras. Otra morena y delgada. Otra es pelirroja. Platican animadamente. Ríen un poco. La morena escupe un comentario generalizado con la dosis necesaria de veneno. Las otras dos disimulan la molestia con una sonrisa. La pelirroja cambia de tema. La rubia le sigue el hilo. La morena sin darle importancia al nuevo tema hace un nuevo comentario. Se refiere a una nota muy peculiar de una revista. Las tres ríen al mismo tiempo. La morena dice que “eso son puras excentricidades. Cosas de raros. Sólo lo hacen por llamar la atención”. Las otras no están de acuerdo pero no lo dicen. La morena agrega que “Julieta es una de esas”. La rubia se incomoda. La pelirroja no tanto. Se ve sobria. Y pregunta que porqué dice eso. La morena dice que “porque sí”. Y lanza una nueva pregunta a la pelirroja, que por qué todos en su casa tienen nombres que comienzan con J. La rubia ríe un poquito para aligerar algo de la crudeza belicosa del juicio. La pelirroja está tranquila. La rubia se tranquiliza al ver el rostro de la pelirroja. La morena con las cejas levantadas. Espera la respuesta. La pelirroja con excesiva solemnidad dice: “Simple —y se encoge de hombros—. Porque Él, El Señor, así me lo ha pedido”. La morena frunce los labios con escepticismo. Y agrega: “Já… ¿hasta el nombre de tu perra?”. La pelirroja responde con un escueto “sí”. Un silencio bochornoso lame a las tres mujeres. La rubia, finalmente, ríe un poquito. Y abre la puerta a otro tema nuevo.

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